La transición energética global está entrando en una fase «más desafiante y pragmática», según un reciente informe de Boston Consulting Group (BCG). En este nuevo contexto, donde la seguridad del suministro y la asequibilidad se han vuelto tan prioritarias como la descarbonización, el gas natural se está consolidando como un «nuevo pilar» fundamental.
El principal obstáculo para esta transición, según el análisis de BCG, ya no es solo la tecnología, sino la infraestructura. La máxima "no hay transición sin transmisión" resuena en el sector, indicando que se requieren inversiones masivas en redes eléctricas y gasoductos para hacer viable el cambio, lo que exige una colaboración sin precedentes entre gobiernos y el sector privado.
A diferencia del petróleo, cuya demanda enfrenta la presión de la electrificación del transporte, el gas natural ha fortalecido su posición. Informes del 13 de noviembre destacan su papel insustituible en la industria pesada, la calefacción y, crucialmente, como respaldo flexible para las energías renovables intermitentes como la solar y la eólica. Los inversores lo ven como un activo estratégico en un mundo que sigue dependiendo de los combustibles fósiles pero que busca reducir emisiones.
Esta tendencia se ve reflejada en los flujos de capital. La Agencia Internacional de Energía (AIE) proyecta que, si bien la inversión total en energía alcanzará niveles récord en 2025 (liderada por China y el sector eléctrico), la inversión específica en exploración y producción de petróleo y gas caerá un 4% este año, hasta los 570,000 millones de dólares.
